El amor es una virtud y una necesidad del espíritu de la persona humana que se manifiesta en el mundo físico por medio del cuerpo con conductas ordenadas, y que da lugar a los diferentes tipos de relaciones interpersonales que necesitan ser sustentadas por todos los valores humanos; el respeto, la fidelidad, la verdad, la responsabilidad, la afectividad, la entereza, la confianza, la solidaridad, la equidad, la justicia, la cortesía, la tolerancia, la humildad, la gratitud, el desprendimiento y todo aquello que pueda contribuir a la formación de relaciones funcionales, donde se facilite el desarrollo de la persona y el bien común.
En la Teología del Cuerpo se pueden identificar cuatro estadios del amor humano:
AMOR PARENTAL: Donde se concibe la vida como un DON que se da
AMOR FILIAL: Donde se concibe la vida como un DON que se recibe
AMOR FRATERNAL: Donde se concibe la vida como un DON que se comparte
AMOR ESPONSAL: Donde se concibe la vida como un DON que se corresponde
La revelación bíblica nos dice que Dios ha creado al hombre por amor y para amar, que es la única criatura en el mundo visible con esta facultad, y que esta capacidad se va manifestando y desarrollando de manera gradual; también nos dice que la persona humana como criatura que es, no es fuente de amor por sí misma, como lo es Dios, y que esta solo puede amar en la medida que se siente amada, valiosa y digna; ya que solo así puede reconocer, aceptar, agradecer y corresponder al amor incondicional otorgado de manera gratuita por su creador; de lo contrario quedara estancada en un conflicto sobre el sentido de su existencia que le impedirá desarrollarse en plenitud y ser feliz.
Solo cuando la persona toma consciencia de que su existencia, más allá de su individual historia de vida, ha sido pensada, deseada y creada por Dios mismo desde antes de su concepción, podrá apreciar y agradecer el don de la vida; incluso y a pesar del dolor y desamor que pueda haber experimentado en el mundo; cuando esta conciencia no existe la persona puede tener grandes dificultades para relacionarse consigo misma y con el otro de manera profunda, auténtica y asertiva, ya que los vínculos primarios que son la piedra angular de la identidad humana pueden estar dañados, lo que le pueden impedir sentirse segura, valiosa, amada y digna de manera auténtica, y por lo tanto generar un obstáculo para reconocer al otro de la misma manera y poder relacionarse con el de una manera sana y adecuada a pesar de sus defectos; las heridas no gestionadas de manera apropiada generan sentimientos de inseguridad y desconfianza profundos hacia Dios y hacía la persona humana en general.
Las diferentes expresiones del amor
El amor se va expresando y experimentando en la persona humana de diferentes maneras en la medida que va madurando en todas sus áreas, es decir a nivel biológico, sicológico y espiritual.
La primera expresión del amor es siempre la filial; la del amor que concibe la vida como un don recibido (por los padres que son la primer imagen de Dios en la persona), es la experiencia que surge de la relación de un hijo con sus padres (quienes lo procrearon y/o aquellos que los sustituyen), y que da lugar a la identidad primaria tanto de lo que es ser persona, como de lo que es ser familia (primera comunidad de vida); de esta primer experiencia de amor y de vida, la criatura humana se nutre a nivel espiritual, intelectual, sicológico y físico. Por eso cuando esta experiencia se vive y se percibe de manera adecuada, la persona se siente amada, valiosa, segura, digna y protegida por el solo hecho de existir, y consigue así formar una identidad sana y real de sí misma, de Dios, y de todo ser humano; el hijo se reconoce como una criatura que necesita ser provista, cuidada y amada, como un DON para los padres y para el mundo, de tal forma que se siente agradecida por el regalo de la vida que ha recibido de manera gratuita; y conforme crece y se desarrolla toma consciencia de todo aquello que ha recibido por el solo hecho de existir para poder desarrollarse. La única forma que tiene el hijo para corresponder al amor parental es agradeciendo el don de la vida y desarrollando sus talentos para convertirse en la mejor versión de sí mismo y ser realmente imagen visible del creador en el mundo, es decir una persona con capacidad para amar. Cuando esto no ocurre, la imagen de la persona humana y de Dios se deforman, y con ello la capacidad de amar y ser amado, lo que le llevará a establecer relaciones inadecuadas e insatisfactorias, relaciones de poder y conveniencia y no de amor.
La segunda expresión del amor humano es la fraternal; la del amor que concibe la vida como un don que se comparte con el hermano (o con el amigo); es una experiencia que surge de la relación entre dos criaturas de la misma naturaleza, dos personas con la misma dignidad que comparten la vida y que reconocen que esta les ha sido concedida por el único y verdadero Dios, son las relaciones que permiten al individuo tomar consciencia de un nosotros; el amor filial, es un amor familiar que no es exclusivo y que no tiene connotaciones sexuales; en él, las personas comparten los bienes de la vida, intercambian protección, lealtad, respeto, afecto, y mantienen lazos de compañerismo que se manifiestan en conductas responsables, saludables, solidarias, justas y equitativas que les permiten formar comunidades fraternas, donde las personas se pueden desarrollar y madurar en su capacidad para amar y servir; para valorar al otro como alguien que tiene los mismos derechos y la misma dignidad; este amor hace que la persona salga de sí misma para preocuparse y ocuparse de las necesidades del otro (hijo de Dios) y no solo de las propias.
Cuando esta expresión del amor esta distorsionada en la persona, esta tiende a ser egoísta e indiferente hacia las necesidades del otro distorsionando y adulterando su imagen como persona, lo que le lleva a establecer relaciones utilitaristas, donde predomina la conveniencia ya que no corresponden a un amor fraternal auténtico y por lo tanto tampoco pueden satisfacer el hambre de amor que es propio de toda persona humana y que es reflejo del amor divino.
La tercer expresión del amor humano es la esponsal; la del amor que concibe la vida como un don reciproco, como un don que se compromete y se corresponde de manera total y plena en cuerpo y espíritu entre dos personas maduras física, mental y espiritualmente que deciden formar una familia, es una relación que demanda exclusividad y permanencia en la vida terrenal. Es la expresión del amor más exigente por los compromisos y las responsabilidades que se asumen, ya que lleva a los involucrados a vivir la máxima expresión del nosotros y de la fidelidad, es la relación en la que hombre y mujer dejan de ser dos para convertirse en uno.
El amor esponsal tiene dos variantes, la de la vida matrimonial; es decir la que surge del desposorio entre un hombre y una mujer que se comprometen libre y voluntariamente para formar una comunidad de vida a imagen y semejanza de Dios mismo; ya que se trata de una relación que exige a sus integrantes la donación total de su ser hombre y mujer de manera exclusiva y total; dónde el cuerpo que es sagrado y no un objeto de uso y placer se consagra y se dona al del otro de manera exclusiva y permanente permitiendo que la unión entre lo masculino y lo femenino den plenitud a la naturaleza humana; así los conyugues se abren a la posibilidad de la procreación de nuevas vidas humanas asumiendo todas las responsabilidades que esto conlleva.
La segunda variante del amor esponsal, es la de la vida consagrada que confiere solo a aquellas personas elegidas por Dios para vivir un desposorio espiritual con Jesucristo y manifestar de manera visible la vida futura (después de la muerte física) de todo ser humano, la vida en comunión en cuerpo y espíritu con él creador de una manera diferente a la de la vida terrenal; de ahí que podemos decir que el amor esponsal es el que da lugar tanto a la iglesia institucional como a la iglesia doméstica que unidas conforman el cuerpo místico de Cristo.
El amor parental, es la expresión del amor humano que concibe la vida como un don que se otorga, y que es fruto del amor esponsal, el hombre experimenta la paternidad y la mujer la maternidad, son dos amores parentales que unidos conforman una imagen total y real de la persona humana que refleja de manera visible la imagen de Dios (que es padre y madre), y que unen lo masculino y lo femenino para dar plenitud a la naturaleza humana; es una expresión del amor que conlleva muchas responsabilidades, ya que implica el cuidado, la crianza y la formación de nuevos seres humanos, criaturas creadas a imagen y semejanza de Dios mismo que necesitan ser educadas de tal forma que puedan convertirse en seres personas funcionales con capacidad de formar en su madurez nuevas comunidades de vida. Los padres no son creadores, sino co- creadores de los hijos en el plan divino, y tienen encomendada la misión de criarlos y educarlos para que puedan ser y vivir a imagen y semejanza de Jesús y María que son modelos de humanidad.
Las relaciones familiares son origen y modelo de toda relación humana; en ellas se experimentan las experiencias originales de la persona (soledad, desnudez y comunión) que dan lugar a la formación de la identidad, personalidad y en general al desarrollo de la persona a nivel espiritual, mental y físico. En toda relación existen elementos que pueden ser valorados para saber si estas son funcionales, como la honestidad, responsabilidad, justicia, madurez, solidaridad, el respeto y muchos otros que cuando están presentes dan lugar a comunidades maduras en el amor que generan unidad, fortaleza y afecto entre sus miembros.
Las relaciones de tipo paterno-filial son jerárquicas, es decir los padres son una autoridad, una imagen primaria de Dios para los hijos con quien tienen derechos, pero también responsabilidades acordes a esos derechos; ya que deben ser modelo de persona para ellos y proveerlos en todos los aspectos para que puedan desarrollarse como personas integras, deben criarlos y educarlos para que puedan enfrentar el mundo real de manera adecuada; de esto deberán responder a Dios como toda autoridad en el mundo; ya que todo poder concedido conlleva responsabilidad. Los hijos, son criaturas que necesitan ser provistas, acompañadas y educadas, pero sobretodo amadas para poder desarrollar la mejor versión de su persona, y poder en su vida adulta asumir las responsabilidades que esta conllevan, incluyendo la de formar nuevas comunidades de vida; de ahí la importancia de aprovechar las oportunidades que estén a su alcance para crecer y madurar adecuadamente.
Las relaciones de tipo fraternal y esponsal son equitativas, en ellas los miembros que las conforman son modelos unos de los otros y tienen derechos y responsabilidades similares, aunque no necesariamente iguales; en ellas deben compartirse y desarrollarse todos los talentos para dar lugar a comunidades vivas y sanas en las que se vivan las virtudes humanas, para construir el reino de Dios en la tierra; también deben establecerse vínculos sanos que permitan a sus miembros apoyarse, acompañarse, complementarse y compartir para formar comunidades fraternas donde prevalezcan valores como la justicia, la equidad, la solidaridad, el compañerismo y muchos otros, que den lugar a sociedades sanas y funcionales.
El mundo solo puede ser un lugar mejor en la medida que las familias, las comunidades y las sociedades puedan establecer modelos comunitarios basados en relaciones funcionales basadas en valores universales cristianos, que son lo único que puede sustentar y promover el amor en la criatura humana, por lo que podemos decir que cuando se sana al hombre se sana al mundo y no al revés.