LA VOCACION UNIVERSAL - LA VOCACION AL AMOR

GN 2,18: No es bueno que el hombre este solo, voy a proporcionarle una ayuda adecuada

JPII: LA IMAGEN DE DIOS SE REALIZA NO TANTO EN EL MOMENTO DE LA SOLEDAD COMO EN EL DE LA COMUNION

La revelación nos dice que Dios creo al hombre y a la mujer para para formar comunidades de vida a imagen y semejanza suya; por eso en las alianzas esponsales el AMOR es lo que le da sentido a la relación que se establece entre los esposos; el éxito, el poder, la riqueza, el conocimiento, y otros bienes temporales no son nunca un fin por si solos, son solo medios que por gracia de Dios pueden tener las personas para construir el reino de Dios en la tierra; por lo que cuando no son bien entendidos y empleados, pueden confundir e incluso dañar y extraviar a las personas impidiéndoles alcanzar la felicidad, la plenitud e incluso la salvación.

La Teología del Cuerpo en su segunda parte nos habla de las dos formas en que el hombre histórico está llamado a concretar su vocación al amor cuando alcanza la madurez, y estas son el matrimonio y el celibato; en el segundo capítulo del génesis la revelación nos dice que para que esta comunión se de una manera adecuada se requiere que el hombre se separe de su padre y su madre para unirse a su mujer y se hagan uno solo (Gn 2,24); es decir que la persona debe dejar sus apegos para poder desposarse y formar una nueva comunidad de vida.

Una alianza esponsal es sagrada porque es manifestación visible de la comunión de los tres Divinos, es decir en ella se refleja la vida íntima de Dios. El desposorio es la expresión de amor más plena que puede existir entre dos personas que comparten la misma dignidad, y que libremente deciden donarse de manera total y permanente, es un sacramento que toda persona humana está llamada a vivir desde el principio de la creación; pero en el hombre histórico a diferencia del hombre original toma una nueva dimensión, ya que las relaciones esponsales se convierten también en un reflejo del desposorio entre Cristo y su Iglesia.

El corazón es el centro espiritual de la persona y por lo tanto el principal elemento de unión que permite esta comunión de amor, esta realidad se hace visible en el desposorio de manera corporal para dar lugar al matrimonio y al celibato que permiten la construcción del reino de Dios en la tierra; sin embargo la doctrina de la Iglesia Católica nos dice que estas alianzas son temporales y que la alianza esponsal plena y definitiva se realizará en el hombre escatológico, es decir después de la vida terrenal, y que será entre Cristo y su iglesia celestial, donde el cuerpo glorioso de la persona estará sujeto eternamente al espíritu, y quedará saciado de manera plena del amor de Dios mismo. Es decir el hombre escatológico vivirá de manera diferente a la terrenal el desposorio, ya que en la otra vida no habrá más matrimonio entre hombres y mujeres y la persona tendrá un cuerpo glorioso como hombre o como mujer pero con atributos diferentes; esto es un misterio incomprensible para el intelecto humano pero revelado por Jesús en el evangelio.

1 Cor 13: EN CRISTO EL AMOR TOMA UNA NUEVA DIMENSION

“Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso.

El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor”

Sabemos que por el pecado humano, Cristo tuvo que morir en la Cruz para pagar el precio de la redención de la esposa amada que es su iglesia; por eso el modelo del Hombre histórico es Jesús, que es modelo de persona, hijo, hermano y esposo.

LAS ALIANZAS ESPONSALES SON SACRAMENTOS DE SERVICIO (CIC 1534)

Solo el amor ordena y purifica los deseos desordenados de manera auténtica, ya que vence la soberbia, el egoísmo y las tentaciones de un mundo con tendencia al utilitarismo; en el amor auténtico se fortalece la voluntad de la persona que le permite reconectarse con la humildad que necesita para donarse al otro. La ley humana hace alusión a las normas externas, pero la ley divina se refiere a la vida interior de la persona, a las intenciones del corazón, la ley prepara, pero la voluntad consuma en el servicio. El lenguaje concreto del amor es el servicio; el hombre original fue tentado y cayó por querer ser como Dios, así que en su dimensión histórica solo puede vencer a la soberbia mediante una donación en el servicio libremente elegida que le permita vivir para los otros y no para sí mismo. En una comunidad de vida debería existir una lucha constante para servir y dar y no para ser servido y pedir, pero desafortunadamente esto no es lo común.

El pecado divide el corazón humano entre la voluntad de Dios y la del hombre; el amor esponsal debe para ser exitoso someter la voluntad de los hombres a la voluntad de Dios, así hombre y mujer se pueden santificar mediante una entrega total que vence el miedo, el orgullo, la soberbia, la pereza, la fragilidad humana y el egoísmo, para dar lugar a un amor auténtico que solo se puede lograr con la gracia de Dios. Por eso una alianza esponsal debe ser un acto libre, elegido de manera responsable, consciente y voluntaria que esté basado en la verdad, de lo contrario no se puede considerar como un acto de amor sino de esclavitud e ignorancia.

Jesús ama libremente conforme a la voluntad del Padre por eso ama de manera perfecta, sin embargo cuando el hombre busca solo su propia realización este acto se ve reducido solo a un reflejo de la propia imagen, lo cual impide la donación de la persona, el amor auténtico somete la voluntad al bien y al servicio del otro por encima incluso del propio.

Matrimonio y celibato no son contradictorios sino complementarios, en ambas alianzas el amor alcanza su plenitud y su fecundidad en la paternidad y maternidad espiritual y/o biológica a la que están llamados tanto el hombre como la mujer para formar comunidades de vida (el célibe con Cristo, la esposa con el esposo). En las relaciones esponsales el centro es el conyugue y los demás son periferias, así que cuando el centro se pierde también lo demás de distorsiona.

¿Porque a pesar de las dificultades los seres humanos deseamos el amor?, porque es para lo que hemos sido creados. El divorcio y en general las separaciones entre las personas se dan porque cada quien desea que predominen los propios intereses y no existe un deseo auténtico de someterse a la voluntad de Dios; lo que les impide vivir en armonía y comunión (cada quien quiere dominar al otro o incluso utilizarlo), predominan el no serviré, no perdonare, no pediré perdón.

María y José son ejemplo para los célibes y para los casados, ya que en ellos se unen ambos misterios, celibato y matrimonio; ambas alianzas exigen sacrificio y renuncia hechos por amor y en libertad; ambas vocaciones son fecundas en lo corpóreo y lo espiritual, aunque de manera diversa.

IV: LA VIRGINIDAD CRISTIANA

1 Cor 7,32 El célibe se cuida de las cosas del señor, de cómo agradar al señor

Los célibes son personas que sienten el llamado para ser consagradas y convertirse en pastores de la iglesia en el nombre de Cristo (esposo); para atender los deberes de la iglesia como institución y servir a los fieles (prole); para hacer visible el culto divino (el amor al esposo Jesús, a Dios mismo).

Mt 19,10-12: Los discípulos le dijeron: Si tal es la situación del hombre con respecto a su mujer, es mejor no casarse. Él les dijo: No todos pueden hacer esto, sino solo aquellos a quienes Dios se los concede. Algunos no se casan porque nacieron incapacitados para eso; otros porque los hombres los incapacitaron; y otros eligen no casarse por causa del reino de los cielos. Quien pueda poner esto en práctica que lo haga.

Este fragmento del evangelio nos dice que toda persona en principio está llamada a formar una comunidad de vida matrimonial, pero que debido a diferentes circunstancias puede quedar incapacitar para hacerlo; también nos dice que Dios elige a algunos para vivir como célibes por causa del reino de los cielos y formar comunidades de vida de manera diferente a las del matrimonio. Este estado es un llamado de excepción que esta designado solo para aquellos que son elegidos para vivir esta vocación que es signo visible de la realización del reino de los cielos en la tierra y prefiguración de la realidad futura a la que está llamado todo ser humano en su fin último.

La vida consagrada al igual que el matrimonio exige renuncias y sacrificios, requiere de una vida espiritual especialmente profunda para mantenerse unido a Cristo, ya que de lo contrario el célibe corre el riesgo de convertirse en un soltero al servicio de una institución; la persona célibe está llamada a ser fuente de alegría, plenitud y fecundidad ya que forma una comunidad de vida con Cristo mismo, es un compromiso que demanda ser imagen fiel del esposo para el pueblo de Dios.

En el antiguo testamento la soltería, la virginidad, la esterilidad, la viudes eran vistas como una desgracia y/o un castigo de Dios por la promesa que Dios hizo a Abraham de darle fecundidad con muchos descendientes a través del matrimonio con Sara, pero Jesús viene a darle otra dimensión al amor esponsal, al punto que San Pablo dice que es mejor no casarse para dedicarse al servicio de Dios, pero Jesús nos dice esta es una vocación que se da solo por excepción.

Los célibes consagrados son imagen viva de Cristo; libremente renuncian al matrimonio y se convierten en un signo carismático, ya que están llamados a vivir el desposorio y la fecundidad en una dimensión espiritual; la paternidad espiritual es una realidad que se concreta en Cristo. Para entender el celibato hay que entender que la expresión de la masculinidad y feminidad van mucho más allá del ámbito biológico y que tiene su plena realización en el ámbito espiritual. Muchas órdenes tienen su rama masculina y femenina para poder complementarse y ser una imagen plena de Dios. Así Jesús da origen a este nuevo estado que no existe como tal en el antiguo testamento.

La castidad es indispensable para el célibe que se desposa con Jesús a quien somete su fidelidad y voluntad. Si queremos entender lo que es la iglesia domestica tenemos que entender la iglesia fundada por Cristo y si queremos entender la iglesia institución tenemos que entender la iglesia doméstica. El hombre no se puede relacionar con Dios solo espiritualmente, necesita también hacerlo corporalmente, por eso los ritos y la vida sacramental son tan importantes para tomar conciencia de esta realidad. El mundo entre más desordenado más tiende a sobrevalorar la naturaleza corporal y a dejar de lado la espiritual, pero el célibe lo tiene muy claro cuando permanece unido a Cristo.

La vida espiritual debe ser el centro del ser humano ya que la persona ha sido creada para la trascendencia eterna, y esto es parte del trabajo encomendado a las personas que se consagran y que deben conformar comunidades de vida y amor en la iglesia.