La revelación bíblica nos dice que después de Adán y Eva (los primeros seres humanos), todas las personas son procreadas mediante la unión de un hombre y una mujer. La doctrina de la iglesia nos enseña que desde el momento de la concepción la persona existe y asume una naturaleza humana caída heredada por el pecado original de los primeros seres humanos que la hace susceptible a la enfermedad y la muerte. Pero como y porque el hombre original que fue en el principio creado en perfección tuvo que salir del paraíso para entrar en la dimensión histórica, esta es la etapa que se busca analizar en la segunda parte del tríptico antropológico.
Mt 5,28 : ´Habeis oído que fue dicho: No adulteraras. Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola ya cometió adulterio con ella en su corazón´.
Juan Pablo II hace referencia al sermón de la montaña para iniciar el análisis de la segunda parte del tríptico antropológico, el hombre histórico; y nos dice que ahí donde Jesús reescribe la ley judía, le da una nueva perspectiva a los mandamientos del antiguo testamento que van más allá de su solo cumplimiento en su forma exterior; afirma que es en el interior de la persona, en el corazón humano donde se encuentran la verdad del espíritu y por lo tanto donde nacen y surgen las buenas o malas intenciones y acciones que dan lugar al desorden en las relaciones humanas; nos dice que esto se manifiesta en su originen en la forma en que se mira al otro, en este caso a la mujer.
Jesús afirma que una mirada lasciva y unas intenciones torcidas son el origen de todo acto desordenado que adultera y ataca la dignidad de la persona, reduciéndola a un ser o incluso a un objeto de uso, placer y conveniencia; es ahí en la dureza del corazón humano en donde surgen la soberbia, el orgullo, la envidia, el egoísmo, la pereza, la avaricia, la lujuria, la gula, la hipocresía y toda conducta contraria al amor y por lo tanto a Dios, dando lugar a relaciones disfuncionales y utilitaristas donde se deforma y corrompe la imagen de la criatura humana. Jesús condena el pecado desde su origen y no solo en su manifestación visible; remarca que este surge de una vida interior dañada por aquel que rechaza el amor, la voluntad y el orden divinos; afirma que en el amor auténtico existe congruencia entre la vida interior, donde se encuentra la realidad espiritual que da lugar a la vida exterior que se manifiesta a través de las conductas de la persona.
Pero para entender como ha llegado el ser humano a este punto tan opuesto al plan original y al estado del hombre original, la teología del cuerpo nos remite nuevamente al génesis donde Adán y Eva son tentados por satanás, el que separa al hombre de Dios y divide a las criaturas dañando las relaciones de amor y confianza que existen entre ellos; el demonio que es un ser espiritual caído esta simbolizado por la serpiente, el animal más astuto de todos (*). El relato nos dice que Eva es la primera en ser seducida y caer en la tentación, el demonio homicida y mentiroso desde el principio como lo denuncia Jesús (Jn 8,44), pone a prueba la confianza, libertad, inteligencia y voluntad que Dios le concedió a la criatura humana; los convence de que lo que tienen no es suficiente, les dice que Dios les mintió y que vale la pena arriesgarse a morir para poder ser como Dios y poder tener su poder; el relato nos dice que tanto el hombre como la mujer se dejaron seducir por la mentira y traicionaron la confianza que Dios deposito en ellos, así rompieron los límites que les permitían vivir en el orden perfecto del amor; algo que hicieron conscientes de las consecuencias que podía tener ya que Dios les había advertido que de hacerlo morirían.
* De igual manera lo hace hoy, muchas veces las personas más astutas e inteligentes seducen y son seducidas por el demonio, que les incita a querer ser como Dios y ocupar su lugar en el mundo para tener poder, dominio y control sobre los demás, algo que no les corresponde; y así deciden usar sus talentos para dañar al otro en lugar de construir un bien común, sin tomar consciencia de que con ello rechazan a Dios y se condenan causando un gran daño a la humanidad y a la creación.
Antes del pecado la voluntad del ser humano era la misma que la de Dios, la criatura vivía con humildad y reconocía sus limitaciones así como la autoridad y superioridad de su creador lo que le permitía vivir en el orden correcto de la creación, hombre y mujer estaban agradecidos por el don de la vida y se mantenían fieles a su creador, lo que les daba acceso a dones especiales por el vínculo perfecto que tenían con la fuente del amor. Sin embargo al creer en las mentiras del seductor y desconfiar de las enseñanzas de Dios, la criatura introduce en su ser ideas que son contrarias a la verdad y la vida, dañando su consciencia e identidad lo que les impide reconocerse como seres amados por Dios y creados en perfección para amar; así al cometer un acto contrario al orden divino experimentan las consecuencias tanto a nivel espiritual como corporal, lo que les lleva a perder su capacidad de amar de manera perfecta y da lugar a una voluntad que queda dividida entre el bien y el mal que libremente decidieron probar; así se provoca la caída de la naturaleza humana que pierde muchos de sus atributos espirituales y corporales.
Después del pecado, su deseo de ser como Dios, lejos de cumplirse, provoca los efectos contrarios, pierden muchos de sus atributos originales, sus deseos y mirada se distorsionan, ya no ven con claridad la verdad, sienten culpa, miedo y vergüenza y tratan de cubrir su cuerpo con sus propias obras; su intelecto también queda dividido entre el bien y el mal, lo que les impide ver a Dios como en realidad es para buscarlo y pedirle ayuda; se sienten vulnerables e indignos, la percepción de sí mismos esta deformada; por eso se ocultan cuando Dios los busca; deciden vivir conforme a su propia voluntad que es imperfecta y por eso experimentan la separación del creador y con ello de todos su bienes de manera plena(seguridad, verdad, felicidad, amor, etc.)
Es importante tomar consciencia de que después del pecado, el mal en la persona humana es causado por los efectos que este lleva de manera implícita y no por Dios; los pecados tienen consecuencias a nivel personal y a nivel comunitario tanto en el área espiritual como en la corporal. Antes de ceder a la tentación el demonio podía tratar de seducirlos, pero no tenía ningún poder destructivo sobre ellos; pero después el vínculo perfecto entre ellos y entre ellos y Dios se dañó, ya que el pecado por sí mismo conlleva un rechazo al creador y por ende a todos sus bienes por eso sienten miedo y desconfianza, porque las relaciones están dañadas; no murieron de manera definitiva pero si abrieron las puertas a la enfermedad y la muerte.
No es Dios quien rompe con el hombre es el hombre que decide romper con Dios cuando rechaza el orden correcto en su manera de vivir al querer hacer su propia voluntad so pena de morir, lo que además le causa enfado y le impide reconoce su error y asumir su responsabilidad por él, por eso no pueden pedir perdón y ayuda. Se ha olvidado del amor perfecto e incondicional y la magnificencia de su creador para entrar en un mundo de obscuridad, conflicto, angustia e inseguridad. Las experiencias originales perfectas (soledad, inocencia, comunión) que habían configurado están dañadas, el demonio los ha separado del amor perfecto de Dios y ya no se reconocen a imagen y semejanza suya. El daño a la relación entre hombre y mujer queda marcado por esta experiencia y ha de causar gran daño a su descendencia, la imagen perfecta de Dios en ellos esta adulterada, la enfermedad y la muerte ahora son parte de su destino al experimentar el desamor y sufrimiento provocados por el pecado. El deseo original de la comunión se adultera para dar lugar a uno de posesión y dominio, de utilitarismo (Gn 3,16).
Hombre y mujer fueron creados con un propósito, y después de la caída este no cambia, siguen siendo imagen de Dios; pero ahora de manera imperfecta, las relaciones se vuelven egoístas ya que buscan un bienestar propio generado por la inseguridad que sienten, algo que es contrario al deseo de donación que tenían en el estado original. Adán y Eva necesitan sentirse dignos de amor, aceptación y seguridad por simple hecho de existir, pero es algo que ya no pueden experimentar plenamente porque han decidido separarse de la fuente original, viven en una contradicción porque quieren ser como Dios, pero el pecado lejos de fortalecerlos los ha vuelto más frágiles y vulnerables tanto en lo corporal como en lo espiritual por lo que sus deseos están torcidos.
Adán y Eva se ocultan de Dios, pero él que sabe todo y les ama a pesar de su error les busca para restaurar la relación perdida; el génesis dice que cuando puede tener un encuentro personal con ellos les hace tres preguntas que les ayudan a tomar conciencia de la realidad para que puedan asumir la responsabilidad y consecuencias de sus actos, algo que es necesario para que puedan ser restaurados, ¿Dónde están? ¿Quién les ha dicho que estaban desnudos? ¿Acaso ha comido del árbol que les prohibí comer? (Gn 3,9-11)
Finalmente pueden volver a conectarse con la verdad y aceptan su error, cuando se reconocen como criaturas y reconocen la autoridad y amor de Dios; así abren la puerta a la reconciliación que les permite recibir ayuda y restaurar su relación con Dios que los ama y los perdona, pero también les revela cuáles son las consecuencias que deben asumir en el mundo como hombre y como mujer; deben permanecer unidos y enfrentar las adversidades de un mundo desordenado que será agreste, ya que el domino que tendrán sobre el será solo parcial, la mujer tendrá una maternidad con dolor y el hombre deberá que experimentar fatiga para obtener el sustento de su familia, también habrá una tendencia a los deseos desordenados y al dominio del otro.
Después del pecado aparece en la naturaleza humana una fragilidad que se conoce como concupiscencia, y que produce en la persona una inclinación hacia los deseos desordenados del cuerpo y del espíritu que buscan hacer a la persona sentirse como Dios, lo que pone en riesgo su salud mental y espiritual; sin embargo con la gracia de Dios y el esfuerzo, toda persona una vez que tiene consciencia de sus fragilidades puede y debe luchar contra estas tendencias para dominarlas y someterlas al orden correcto que es el del amor a Dios, así mismo y al prójimo. Para esto es necesario que la persona desarrolle y use su inteligencia, voluntad y libertad para reconstruir si es que es necesario sus experiencias originales de una manera asertiva, mediante la adopción de patrones de pensamiento y conducta correctos que le permitan vivir en el amor y tener una identidad sana.
Las nuevas experiencias que surgen en Adán y Eva tienen un doble sentido: En el sentido positivo permiten a la persona, reconocer sus errores, además de poner límites que le permitan protegerse y resguardarse de la malicia del otro (concupiscencia), que busca reducirle a un ser o incluso un objeto de uso y/o conveniencia. En el sentido negativo pueden impedir a la persona que ha sido herida, reconocer su verdadera dignidad y valor, provocando conflictos interiores (culpa, desvalorización) que de no ser resueltos, no le permitirán poner límites sanos, desarrollarse y amar.
LA REDENCIONLa revelación nos dice que Dios nunca deja de amar a su criatura a pesar de su caída, que siempre la está buscando para darle nuevas oportunidades hasta el último aliento de vida, el desea que toda persona humana pueda recuperar su identidad real hecha a imagen y semejanza del creador y salvarse. Sabemos que Dios se reconcilia con ellos porque el génesis nos dice que los reviste de pieles; lo que simboliza y prefigura de alguna manera como la redención tendrá lugar mediante un sacrificio que les volverá a dar acceso a la reconciliación y a la vida eterna, sin embargo el ser humano no puede permanecer más en el paraíso porque teniendo una naturaleza caída por el pecado, podría comer del árbol de la vida eterna y causar un daño mayor a la creación.
Adán y Eva son expulsados del paraíso y deben vivir al igual que su descendencia el resto de sus vidas terrenales en el mundo, donde deben elegir entre el bien y el mal haciendo uso del libre albedrio que tienen y asumiendo las consecuencias de sus actos a nivel personal, familiar y social; para alcanzar la salvación deben aceptar el amor, la autoridad y la voluntad de Dios; recuperar la imagen original con la que fueron creados como personas y como familia, aceptar su condición de criaturas; tolerarse y amarse a pesar de sus errores y pecados, arrepentirse y tratar de reparar sus faltas, aprender a servir, a perdonar y pedir perdón. Recuperar la humildad e identidad originales que les permitían vivir ligados a Dios antes de encontrarse con su fin último. Deben vivir un combate personal y comunitario permanente entre el bien y el mal de manera interna y externa para elegir entre vivir conforme a la voluntad de Dios o contra ella.
Jesús constantemente habla de las falsas apariencias y del falso amor, denuncia las conductas hipócritas de aquellos que buscan fingir que cumplen con la ley y el orden de Dios (revelada por El), pero que en el fondo están totalmente alejados de ellos, ya que son incapaces de agradecer y sentirse amados y amar, incapaces de comprender y aceptar el auténtico plan de Dios. Jesús sabe que el hombre que se encuentra en este estado espiritual debe tener un proceso de sanación y conversión que le permita retomar la conciencia de quien es Dios y quien la criatura, solo así podrá volver a ser humilde para vivir en el amor que agradece, comparte y se dona, ya que de lo contrario por mas leyes que elabore para aparentar actuar bajo una moral correcta, no podrá recuperar su relación con Dios, ni experimentar la plenitud de la vida, y hasta podría perder su salvación. Por eso Jesús llamaba sepulcros blanqueados a los Fariseos, porque en apariencia pretendían ser buenos, pero en el fondo eran soberbios, egoístas e hipócritas, tenían una doble moral pretendiendo engañar a Dios y tomar su lugar, lo cual es imposible.
Atrás de la dureza de corazón siempre hay un corazón herido y orgulloso incapaz de reconocer, valorar, aceptar y agradecer el amor de Dios como única autoridad y verdadera fuente de vida, de amor, de bondad y de todo bien. La persona con dureza de corazón no quiere y no puede ver la verdad y reconocer con humildad su naturaleza frágil y limitada, sus errores; no puede perdonar a los que lo han herido y esto le impide amar no solo a sus semejantes, sino también a Dios y así mismo, lo que le lleva muchas veces a buscar satisfacer su hambre de amor con un amor falso.
La revelación bíblica nos dice que Dios nunca dejado a la criatura humana a su suerte, respetando su libertad la ha acompañado desde el principio cuando tuvo que salir del paraíso, y desde siempre también planeo su redención, renovó la alianza original una y otra vez con el pueblo de Israel, pero el hombre frágil siempre lo traiciono y le fue desleal dando culto a todo tipo de dioses paganos contrarios al amor; sin embargo en el plan de salvación estaba anunciado que en la plenitud de los tiempos enviaría un salvador; y finalmente envió a su hijo único a realizar el rescate de su pueblo. Así la segunda persona de la Trinidad en un misterio incomprensible para el intelecto humano, asume la naturaleza humana cuando se encarna por medio del Espíritu Santo en la Santísima Virgen María desposada por Dios mismo, Jesús se hace hombre y comparte la fragilidad de la criatura humana en todo menos en el pecado. Al hacerse hombre hace hijo de Dios a todo ser humano, y al donarse totalmente en la Cruz de manera libre y voluntaria en un acto perfecto de amor y justicia consigue el perdón de sus pecados pagando el precio de su redención mediante un desposorio (donación en la cruz) que le permite volver a tener acceso a la vida eterna.
Jesús es símbolo visible y testimonio vivo de la imagen perfecta de donación del amor pleno que no solo se comparte, sino que se corresponde a pesar de la imperfección humana; es modelo perfecto de hijo, de hermano, de amigo y finalmente de esposo; agradece el don de la vida y lo comparte, pero no se limita a esto, se dona en plenitud de manera total en cuerpo y espíritu por la amada (su iglesia), a quien no solo perdona sino restaura a fin de que pueda vivir el desposorio celestial en la vida eterna con Él, si es que lo acepta.
Ser una persona de bien y funcional, no es fácil; la formación de una persona requiere de mucho sacrificio y responsabilidad por parte de los progenitores desde el primer momento en que es concebido, pero esto no es suficiente, la persona por si misma debe también hacerse responsable de su vida y realizar un trabajo personal de desarrollo humano a nivel espiritual, mental y corporal que le permita mantenerse conectado con Dios y la verdad; si este vínculo se ha perdido es necesario volver a crearlo; reconstruir una sana identidad, conocer y aceptar la verdad revelada por el Dios, practicar la oración, las virtudes, y asumir las responsabilidades que le corresponden (personales, familiares, laborales, sociales, espirituales, etc.). Todo bien, requiere una renuncia al mal.
Es una realidad que desde el inicio de la vida toda persona comienza a experimentar el desamor que existe en su entorno familiar y social, por lo que las experiencias primarias de la que nos habla el hombre original se viven de manera imperfecta, la nueva criatura no hereda la culpa por los pecados cometidos por los otros, pero si experimenta parte de sus consecuencias.
La identidad primaria puede estar dañada por las heridas producidas por el desamor que se vive desde las primeras etapas de la vida, de ahí la importancia de sanar aquello que ha quedado lastimado en el principio, de hacer un trabajo de desarrollo humano que le permitan al individuo sanar y madurar de una manera adecuada. La nueva criatura está fuertemente ligada a su entorno familiar y social tanto en el aspecto biológico como en el espiritual; y es una realidad que en la medida que no se siente amada por su familia de origen, especialmente por sus progenitores, tampoco se siente amada por Dios, con quien puede estar incluso enojada por ser EL quien la ha designado a vivir esta realidad que es inmutable; ¿porque Dios elige que una criatura forme parte de una familia u otra? es un misterio que solo Dios mismo puede responder.
Se piensa que para ser santo es necesario hacer cosas muy difíciles, cuando más bien es necesario hacer cosas sencillas con bondad, y renunciar a aquellas que no corresponden al orden de la vida y del amor, al orden de Dios, para recuperar la virtud de la humildad, que fue lo primero que se perdió. La persona humilde sin importar sus capacidades, talentos o dones, tiene una profunda y auténtica consciencia de que es criatura y por lo tanto un ser muy limitado, que ha recibido la vida como un regalo al que no puede corresponder de ninguna manera, pero que puede agradecer cuando vive con responsabilidad y en verdad manteniendo sentimientos, pensamientos, palabras y obras que sean dignas de su ser persona humana creada a imagen de Dios mismo, para alabarlo y darle gloria en su vida interior y exterior, para poder ver a los demás como hermanos en humanidad con igual dignidad y construir un bien común (1 Jn 4:20 Porque el que no ama a su hermano que ve, no puede amar a Dios a quien no ve). Para desarrollar la mejor versión de sí mismo a imagen del creador que es el amor mismo.